¿Cuándo ir al psicólogo?
Imagina que eres un atleta. Yo, como psicóloga, sería tu entrenadora. Ambos tendríamos una finalidad común: que alcances la meta. Yo te aportaría todas las herramientas y recursos necesarios para alcanzar ese objetivo, pero el que finalmente corre eres TU.
Con esta metáfora intento explicar cual es la labor de un psicólogo y transmitir que no es alguien que te cambia, te juzga o te limita. Más bien es una persona que te acompaña, te orienta, te ofrece recursos y alternativas, te hace ver las situaciones desde otra perspectiva, te ayuda a superarte, aumentar tu autoestima, potenciar tus capacidades, mejorar tus relaciones, que aprendas a valorarte y a hacerte valorar por los demás… También intentará disminuir o eliminar tus perturbaciones, preocupaciones, angustia o tristeza generada por un problema actual o por una experiencia dolorosa pasada.
Decidir ir al psicólogo no es algo sencillo. Sigue siendo tabú: aún nos genera miedos, temor al rechazo o incomodidad al decir que necesitamos ayuda. También surgen inquietudes o dudas…“El sufrimiento es normal”, “Si yo no estoy loco”, “Los problemas deben resolverse en casa”, “¿tan grave es como para ir a un psicólogo?”, “¿qué le tendré que contar?”
SUFRIR NO ES NECESARIO. Sí es cierto que el sufrimiento es parte de la vida humana, y es inherente a determinadas situaciones. Pero hay que afrontarlo, superarlo, luchar por intentar buscar la emoción contraria: felicidad, satisfacción, bienestar.
Hay dos cuestiones básicas que debe plantearse:
En primer lugar, debe existir un problema:
“No me encuentro bien, ¿qué me ocurrirá?”, “me ha dejado mi pareja y no sé como afrontarlo”, “¿por qué no me lo paso bien con cosas que antes me hacían disfrutar?”, “¿por qué no dejo de llorar?” …
Debemos plantearnos tomar esta decisión cuando el problema nos desborda y nuestros recursos parecen no ser suficientes para afrontarlo. Poco a poco el sufrimiento nos impide vivir como deseamos, y comienza a afectar a otras áreas de nuestra vida: relaciones de pareja o de familia, trabajo, descanso, alimentación, calidad de vida, salud. El dolor emocional cada vez es mayor y cada vez se generaliza más.
En segundo lugar, la persona tiene que querer resolverlo. Hablo de motivación, de necesidad de cambio, algo que va a facilitar mucho alcanzar un buen resultado terapéutico.
Pero puede darse el caso de que la persona acuda al psicólogo llevada por sus padres, pareja o entorno. Aquí mi labor como psicóloga es aún más determinante, ya que tengo que lograr la colaboración y aumentar la motivación del paciente.
Más adelante hablaré de los miedos más comunes.
Un saludo,
Mercedes.